lunes, 15 de junio de 2009

El visitante oportuno

Hola les habla GNC, ya se están pensando en el Gas, pero agarraron para el lado de los tomates.
Hagámoslo más fácil, me dicen el visitante oportuno.
Mi virtud, una de las pocas, es estar en el lugar justo cuando corresponde
Les cuento: hace un par de veranos, un 2 de Febrero, estuve por Montevideo.
2 de Febrero: fiesta de Iemanyá. Día de frío inesperado y viento persistente.
A la tardecita me fui para la Playa Ramírez, crucé el parque y en uno de los tantos puestos compre unas flores como forma de ofrenda de ofrenda.
Ya de lejos se veía que en el mar, casi siempre tranquilo, había olas que hubieran puesto contento a cualquier surfista.
Les cuento la idea: si Iemanja recibe con agrado la ofrenda esta se pierde en las aguas y no vuelve a la costa.
Con tantas olas como puede ser esto posible- pensé.
En esas condiciones era de locos internarse en el agua, el frío era intenso. No se si recuerdan en uno de los límites del playa, hay un muelle pero las olas lo atravesaban como si nada. NO encontraba la forma de arrojar las flores sin mojarme cuando llegó mi solución .
Uno de los grupos que portaban una barca de las grandes me invitó a depositar mi ofrenda en ella.
Gracias atiné a decir, mientras veía que entre las sombras una docena de hombres y mujeres de blanco se internaban en el Mar.
Luego de diez minutos volvieron y el Pae comentó de forma escueta, pero con alegría-La recibió bien.
Seguí a la barca con la mirada y no le creí demasiado. Como era posible que las olas no la devolviera a la costa. Caminé hacia el teatro deverano donde ya se escuchaba un coro murguero, miré las luces del Parque Rodó y deteniéndome en la montaña rusa me dije, no vine acá por la razón sino por una corazonada.
Fue entonces que creí que la barca ya se encontraba entre los brazos de Iemanjá.

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